domingo, 8 de enero de 2012

Capítulo 2.

A Jorge lo había conocido en la nueva ciudad donde me había mudado con mi familia hacía ya unos cuatro años. Desde el primer día que me vio le gusté muchísimo y buscaba cualquier excusa para acercarse a hablarme hasta que un día quedamos, y otro y otro y otro… hasta que acabé queriéndolo mucho y empezamos a salir juntos como pareja.
El sonido de la puerta al cerrarse me devolvió enteramente a la realidad.
 -Natalia, cariño, ayúdame a quitarme la chaqueta anda que se me ha quedado atascada de lo mojada que está - me dijo Jorge con una preciosa sonrisa.
 -Sí, claro – mi voz sonó un tanto rara y triste.
 -¿Qué te pasa? Últimamente estás como una zombi de un lado para otro sin decir ninguna palabra fuera de lo necesario – me preguntó Jorge con inquietud mientras sacaba a Lisa de su sillita de paseo.
 - No, nada. Es sólo que tanto estudiar me está afectando, no creía que los meses finales  la universidad fuesen tan duros – intenté reírme un poco para despreocuparlo, pero lo único que me salió fue una mueca horrorosa.
 - Bueno, no pasa nada, en poco tiempo estarás libre de estrés. – me sonrió cariñosamente y me besó suavemente los labios -. ¿Qué hay para comer? Me muero de hambre.
 -¡Macarrones con queso! – exclamé con ilusión.
En ese momento llegó David también empapado y algo nervioso, yo le conocía bastante bien y sabía que algo no iba bien, supuse que me lo contaría cuando Jorge no estuviera presente.
David había sido desde siempre el chico del que yo había estado enamorada y nunca llegué a olvidarlo. Lo había conocido en mi pueblo natal fue el año que me tocaba pasar a cuarto de primaria él se vino al pueblo a vivir, coincidíamos en todas las clases y se juntaba con migo y mis amigos. Al principio fue una amistad muy sincera pero a medida que pasaba el tiempo nos vimos atraídos el uno por el otro y al final acabamos enamorados y empezamos a salir. Estuvimos juntos muchos años hasta que mi padre encontró un trabajo mucho mejor fuera del pueblo y nos tuvimos que mudar, fue el año en que pasaba a cuarto de la ESO. Aquellas fueron las peores noticias que me han dado jamás pues tenía que decirle adiós dolorosamente al amor de mi vida.
Empecé a poner la mesa y Jorge me ayudó mientras David se cambiaba la ropa mojada por otra limpia. Pasados unos minutos estábamos los cuatro sentados en la mesa comiendo alegremente. Lisa no paraba de hacer muecas cada vez que comía bocado porque el queso fundido de los macarrones se le quedaba pegado a los pocos dientes que tenía.

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